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Pierre Teilhard de Chardin  

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Nacido en Sarcenat, Clermont-Ferrand, Francia, en 1881, de familia aristocrática. En 1899 ingresó en la Compañía de Jesús. Profesor de física y química en El Cairo, Egipto, estudió más tarde geología y paleontología en la Sorbona de París, donde se doctoró y posteriormente ejerció la docencia. En 1923 inició una serie de expediciones científicas en Asia (China, India, Birmania, etc.), en las que se destacó por su capacidad científica. En China escribió uno de sus libros más conocidos, El fenómeno humano, que no publicó por prescripción de las autoridades religiosas, que vieron rasgos heterodoxos en sus reflexiones.

La Compañía de Jesús le apartó a Estados Unidos, por lo que tuvo que abandonar la docencia. La última etapa de su vida la pasó en Nueva York, donde falleció en 1955. Entre sus libros cabe destacar L'Esprit de la Terre , 1931, y Du Cosmos à la Cosmogénèse , 1951. En esta última obra, Teilhard realiza su gran aportación conceptual sobre el mundo “como un organismo que se organiza desde dentro, en el que todos los seres van apareciendo gradualmente, como por una especie de proceso de crecimiento”. Su concepto de la 'noosfera', el espacio de conocimiento, de la vida inteligente, ha sido retomado por los analistas de Internet y de la red globalizadora, que han visto en Chardin un precursor. La 'noosfera' aparece como la envoltura del pensamiento, que se enriquece progresivamente con el progreso humano, la 'cosmogénesis', con la mejora espiritual y comunicativa.

Geólogo, paleontólogo, y místico fervoroso. El Himno a la Materia emergió de su veneración por el espíritu derramado entre los cálices y joyas de cada forma material. Hoy por hoy, nos agobian las separaciones, los opuestos sin aparente reconciliación. La separación, la oposición, entre el discurso político y la ética; y entre las apariencias de orden y civilización y la continua realidad de la violencia y la miseria de millones de seres humanos. Y también desmembra nuestro aliento la oposición entre la materia y el espíritu. ¿Lo espiritual existe fuera de la danza de los colores y las formas? ¿Acaso lo divino, lo sagrado, no baila entre las risas de la materia?

¿Por qué entonces no recordar un himno, este himno a la materia?...

HIMNO A LA MATERIA

Bendita seas tú, áspera Materia, gleba estéril, dura roca, tú que no cedes más que a la violencia y nos obligas a trabajar si queremos comer.

Bendita seas, peligrosa Materia, mar violenta, indomable pasión, tú que nos devoras si no te encadenamos.

Benditas seas, poderosa Materia, evolución irresistible, realidad siempre naciente, tú que haces estallar en cada momento nuestros esquemas y nos obligas a buscar cada vez más lejos la verdad.

Bendita seas, universal Materia, duración sin límites, éter sin orillas, triple abismo de las estrellas, de los átomos y de las generaciones, tú que desbordas y disuelves nuestras estrechas medidas y nos revelas las dimensiones de Dios.

Bendita seas, Materia mortal, tú que, disociándote un día en nosotros, nos introducirás, por fuerza, en el corazón mismo de lo que es.

Sin ti, Materia, sin tus ataques, sin tus arranques, viviríamos inertes, estancados, pueriles, ignorantes de nosotros mismo y de Dios. Tú que castigas y que curas, tú que resistes y que cedes, tú que trastruecas y que construyes, tú que encadenas y que liberas, savia de nuestras almas, mano de Dios, carne de Cristo, Materia, yo te bendigo.

Yo te bendigo, Materia, y te saludo, no como te describen, reducida o desfigurada, los pontífices de la ciencia y los predicadores de la virtud, un amasijo, dicen de fuerzas brutales o de bajos apetitos, sino como te me apareces hoy, en tu totalidad y tu verdad.

Te saludo, inagotable capacidad de ser y de transformación en donde germina y crece la sustancia elegida.

Te saludo, potencia universal de acercamiento y de unión mediante la cual se entrelaza la muchedumbre de las mónadas y en la que todas convergen en el camino del Espíritu.

Te saludo, fuente armoniosa de las almas, cristal límpido de donde ha surgido la nueva Jerusalén.

Te saludo, medio divino, cargado de poder creador, océano agitado por el Espíritu, arcilla amasada y animada por el Verbo encarnado.

(....) Tú, Materia, reinas en las serenas alturas en las que los santos se imaginan haberte dejado a un lado; carne tan transparente y tan móvil que ya no te distinguimos de un espíritu.

¡Arrebátanos, oh, Materia, allá arriba, mediante el esfuerzo, la separación y la muerte; arrebátame allí en donde al fin sea posible abrazar castamente al Universo. (*)

 


"Llegará el día en que después de aprovechar el espacio,

los vientos, las mareas y la gravedad, aprovecharemos para Dios

las energías del amor.  Y ese día, por segunda vez en la historia

del mundo, habremos descubierto el fuego."

 

(*) Fuente: Himno del Universo , de Pierre Teilhard de Chardin (Ed. Trotta). También recomendamos la lectura de las otras obras fundamentales de Teilhard de Chardin: El Fenómeno humano, El medio divino, Génesis de un pensamiento o el porvenir del hombre.

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